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La conversación sobre el esperado crecimiento industrial suele enfocarse en los anuncios de inversión, pero existe otro indicador clave del momento que vive México, y está en la logística.
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El país enfrenta un crecimiento simultáneo en las exportaciones, la demanda industrial, la movilidad de carga y la construcción de infraestructura, mientras opera con sistemas que ya rozan sus límites.
No se trata de un problema técnico: es una encrucijada estratégica que definirá la competitividad manufacturera de México durante los próximos veinte años.
El país superó los 590 mil millones de dólares en comercio exterior, y más de 80 % del intercambio total con América del Norte depende de la eficiencia de los corredores logísticos.
A ello se suma un hecho contundente: cerca de 98 % de las exportaciones manufactureras y 99 % de la inversión extranjera del sector se concentran en estados con parques industriales formales. Esa cifra confirma que la logística dejó de ser soporte para convertirse en columna vertebral de la actividad productiva.
La expansión industrial ha sido vertiginosa. La superficie construida en parques industriales supera los 20 millones de m², con al menos 100 nuevos desarrollos en proceso.
El crecimiento anual del inventario industrial equivale, en capacidad, a tres plantas automotrices cada año. Pero aun con ese ritmo, la disponibilidad se reduce. La demanda ya no proviene solo del sector automotriz: electrónica, dispositivos médicos, maquinaria, aeroespacial, almacenamiento y comercio electrónico incrementan la presión sobre la infraestructura existente.
Conectividad crítica
Por este motivo, el ferrocarril desempeña un papel central. México cuenta con 26 mil kilómetros de vía activa, pero muchos tramos requieren modernización.
El transporte ferroviario reduce hasta un 75 % de las emisiones respecto al autotransporte y permite transportar volúmenes equivalentes a cientos de camiones con menor consumo energético. Sin embargo, varios corredores Bajío, noreste, noroeste presentan saturación en horas punta.
La falta de doble vía en segmentos estratégicos frena el potencial del modo ferroviario para absorber el crecimiento industrial.
Además, la convivencia entre carga y pasajeros, impulsada recientemente, exigirá sistemas de señalización más sofisticados, mayores márgenes de seguridad y horarios coordinados. A esto se suma un tema que suele pasar desapercibido: muchas interconexiones aduaneras aún operan con procesos manuales o semidigitales, con tiempos que afectan directamente la certeza logística de las empresas.
Puertos en transformación
El sistema portuario también vive un punto de presión. México movilizó más de 9 millones de TEUs, un récord histórico que refleja la intensidad del comercio.
Los proyectos de ampliación en puertos del Golfo y Pacífico muestran una tendencia clara: los puertos ya no son terminales aisladas; requieren conexión ferroviaria, vial, almacenaje y accesos eficientes para no convertirse en cuellos de botella.
La multimodalidad dejó de ser discursiva. En un contenedor que llega por el Pacífico y debe llegar al corredor manufacturero del Bajío, el tiempo logístico determina la competitividad final del producto.
Cada hora de retraso acumula costos que las empresas ya no están dispuestas a absorber. La industria opera con ventanas de entrega estrechas, inventarios bajos y ciclos comerciales acelerados.
Un país frente al reloj
México tiene condiciones difíciles de replicar: frontera con la principal potencia económica del mundo, clústeres industriales maduros, mano de obra especializada y una ubicación que conecta océanos y regiones productivas.
Pero ninguna ventaja geográfica compensa un sistema logístico saturado.
El país está entre dos trayectorias. En una, moderniza la infraestructura vial, ferroviaria, portuaria y energética; digitaliza las aduanas; fortalece los corredores multimodales; impulsa reservas territoriales industriales planificadas; y convierte la logística en una plataforma estratégica.
En la otra, el crecimiento industrial rebasa la capacidad instalada, la saturación se vuelve norma y los costos logísticos erosionan la ventaja que hoy parece natural.
No es una discusión de obras aisladas, sino de una visión coordinada. La competencia internacional ya no está entre plantas, sino entre ecosistemas logísticos.
México tiene la ventana abierta, pero también tiene un reloj. El país debe decidir si quiere administrarla o aprovecharla.
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